Un
viento resacoso delata la desdicha.
Desde
que el desconsuelo
ya
no se expresa en llanto
nuestra
congoja intrínseca ha yermado los rostros.
Ahora
nos sucede
que
se agota la lluvia.
Desesperan
los pozos como los manantiales.
Los
mares y afluentes
con
sus cauces estériles
claman
desde las cimas de los pechos isleños
como
últimas gotas
del
rocío salino.
Los
ríos que no vuelven son como amores muertos.
Es
un luto sin pausa
la falta de humedad.
La
pena que me quiebra muerde la salazón
de
estas carnes curadas
al
sempiterno sol.
Mis
dientes taladrando entre las grietas te inquieren.
Disculpa
esa torpeza,
no entendía de sed.
Te
has ido como el mineral al líquido
amniótico.
¡Como
deseo ahora que me llames!
No
asumía tu curso como mi único océano
Y
hoy todo se comprende
Junto
a los alacranes.
Repto
por un desierto de existencias inútiles.
Me
supura tu cara
como especias de trapo.
La
destrucción total renueva tus advertencias.
Si
te acierto al cruzar
una
noche estrellada,
escúpeme
en los labios.
En
tus vértices claros
se
encuentra el agua pura.
Al
exhalar su tamo
brotará
para todos a través del vidrio.
Los
ríos volverán,
como
las emociones.
Porque
llorar es todo, y es necesario el líquido
para
mostrar afectos.
Carmen Castejón Cabeceira
Pontevedra-Galiza-España
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