A mi prima Beba.
Agosto
de 1996
Regreso a la
hierba pura y definitiva
y descubro las
huellas
que derramó el
violín.
Una noche de
enero
o en la mañana,
mil años después,
alguien busca su
rostro
en la lluvia
desenfrenada,
que deja charcos
de estrellas
donde los niños
inventan historias.
Soy el alma y la
sangre de algún navegante
que ofrendó su
infancia en las aguas del Nilo;
en mis huesos
danzan las golondrinas
y el hollín
que la nieve
convierte en lodazal.
Desde el pozo
enigmático,
Isis me regala
el hechizo
de trasmutar las
cosas;
al espacio lanzo
una manzana,
vuelven a mis
manos
las arcadas
góticas y los campanarios,
bendecidos por
la luz.
¿Qué damisela
barroca,
qué valiente
cruzado y su espada
emergen sobre el
puente?
En mi piel, la
mujer que tejía lino;
nos acodamos en
la ventana
y es la sucesión
frente a la ciudad.
Teresa Herrera
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