Tengo
conciencia de un lenguaje arcaico
que hoy
parece apagado, perimido.
Territorio
que excede las palabras
e incluye nuestras vísceras y el ritmo
que
acompasa las horas y las almas,
la esperanza
de Dios… ¡como trinares
de arcanos
ruiseñores reprimidos!
Las
palabras no pueden expresarlo,
porque
alude a la esencia, lado a lado,
siempre
elusivo , ignoto, irreverente.
Allí el hombre se enfrenta al desafío
de
expresarlo en intentos reiterados..
pero su ser
proteico , inatrapable,
nos
desecha , fallidos y frustrados.
Mas la música puede reflejarlo,
en el
punto central de lo expresable,
mientras
que la poesía abre un resquicio
hacia
ese sitio extraño al pensamiento.
Contra
su muro chocan las teorías,
hipótesis
y tesis, los análisis…
nada
da cuenta de lo inexplicable.
El
frágil equilibrio de las horas
lo
sostenemos con febril esfuerzo
y
siempre acumulamos las palabras
para
evitar la lúcida pregunta
sobre el silencio incógnito e inmenso.
¡Nuestro
razonamiento no lo alcanza!
¡Sólo
con la intuición no lo reflejo!
¿Se
tratará, tal vez, de dar un giro
en el
juego binario de costumbre,
para
entender que ese lenguaje arcaico
se
esfuerza por brindarnos su mensaje?
¿No
será que despierta en las palabras
un
eco que remite a su existencia
donde
la incertidumbre es certidumbre?
Irene Mercedes Aguirre
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