Ya callaron las alondras,
y se secó el manantial.
Un geranio languidece
solitario en el solar.
Ya se amansaron las olas
del enfurecido mar;
murieron mil candilejas
en el vivero estelar.
Ya se deshizo el hechizo
de aquel abrazo nupcial;
y caen los últimos rayos
del cielo crepuscular.
Los cánticos de los niños
huyeron del naranjal.
Es la vida que se escurre
para no volver jamás.
Aníbal Colón De la Vega
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