Si me hubieran arrancado los
brazos,
sentiría mi cuerpo hecho pedazos.
Ahora cuando me falta mi amada,
soy un fantasma en canción alada.
Se fue muy presto el calor de mi
nido.
Llamo, y nadie responde a mi
quejido.
Ay, la extraño en las noches y en
los días
y cuando palpo las sábanas frías.
Sin ella, ausente estoy de mí
mismo
y más vacío que el profundo
abismo.
¿Con quién comparto la mesa
servida?
¿A quién daré este jirón de vida?
Las jornadas son largas y
tediosas;
rechazo la ambrosía de otras
diosas.
Hablo con el aire y con los
gorriones;
y luego baño el alma en oraciones.
Todo me recuerda su dulce rostro;
y en mi tristeza, ante Dios me
postro.
Aníbal Colón De la Vega
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