Cuando
yo era piedra,
mi
corazón, duro como la roca,
se
deshacía en guijarros, en arena.
No
sentía el latido de la vida.
El
rayo me partía
y las
aguas me agrietaban.
¡Qué
caricia la del cierzo!
Cuando
yo era piedra…
Cuando
yo era semilla,
recuerdo
que me escondía
entre
las hojas podridas;
y
luego estallaba, eufórico,
en la
humedad fecunda.
Y
hendía el espacio
a horcajadas
de raíces y ramas.
Cuando
yo era semilla…
Cuando
yo era ciervo,
saltaba
esbelto por los montes.
¿Quién
podía domesticarme?
Con la
punta de mis astas
estriadas
contaba los inviernos.
Y en
el remanso contemplaba
el
manso vuelo de los pájaros.
Cuando
yo era ciervo…
Y
ahora que soy conciencia,
por
mis venas serpentean
todavía
los recuerdos
de
cuando era piedra,
semilla
y ciervo.
Aníbal Colón De la Vega
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