Cuando escribo, la flor de la manzana se hace dócil.
La tierra abre sus grumos, la semilla canta un himno secular,
puja por salir y nace al viento.
Y me preguntas por qué escribo. Si solamente atendieras
a la esencia de la flor cómo enerva el sentido de los insectos,
cómo lo telúrico se va abriendo cual hembra deseosa,
ante el parto de la semilla y las estaciones.
El viento abraza cada hebra del
cabello de tu amada.
Pero solamente miras la moneda en tus
bolsillos.
Si solamente observaras los ojos de los niños
en la arcada secular de la miseria.
Si vieras con tu alma esos pies plenos de caminos empedrados,
rotos como sus sueños, secas las fuentes de sus lágrimas
porque llorar es ya innecesario y no
resuelve nada.
Bogan por la vida con sus ropas tristemente rotas
y siento sus pequeños corazones
pulsar en la inocencia
sin libros ni lápices ni la caricia de sus padres.
¿Por qué escribo, hermano, me preguntas?
¿Y la mujer golpeada en su misma femineidad
engendrada en este paroxismo de violencia.
Asesinada o violada, que es lo mismo
que acabar con ella
No me preguntes pues, amigo, ¡por qué carajo escribo!
si la santa letanía de las torres no terminan
con tanta maldad sobre la tierra.
Vuelvo a mi flor y a la manzana. Vuelvo a la tierra abierta
a la virginidad de la semilla fértil. A mis insectos
y a los libros voy, ¡pero mucho ojo!, con el índice puesto
sobre la llaga social que se desmadra.
©Copyright
©Ernesto R. del Valle/ Cuba-EUA
Westchester, Miami. FL. 2014
Diciembre 9
Me ha fascinado tu poema, Ernesto. Generalmente, quienes escribimos nos hacemos esa pregunta: ¿Por qué escribo? Y uno y otra nos la respondemos de modo único (también tengo texto acerca de ello).. Tu respuesta, tan vigorosa y poética al mismo tiempo, es una de las mejores respuestas que he leído al tema.
ResponderEliminarSaludos, poeta, y nos estamos viendo-leyendo!