Pido tu voz prestada,
tu mirada, tus manos, tu corazón que ama.
Te conocí cuando aún eras aire,
cuando aún eras polen viajando las estrellas
y te acogí en mis hojas, al lado de mis ríos,
bajo la luna nueva de la vida.
Te di el calor, las lluvias y las cumbres nevadas
y te di cada fruto mansamente.
Entonces caminabas los caminos que con los pies abriste
y te di imponentes cataratas
y pájaros sin nombre como el sueño.
Entonces caminabas alumbrado de estrellas
con la frente asombrada, alucerada de rocíos y caminabas
como los girasoles, besando el sol...
Ahora estoy cansado, estoy herido
por el humo y por las contaminaciones que son tantas,
por el estruendo y por el estampido y por los desgarrones
de las naves de destrucción masiva,
la desforestación y los venenos
con los que la codicia de los prepotentes
hacen que yo me muera.
Entre mis brazos-ramas, con mi savia y mis flores y mis luces
te di el soplo de vida,
te di el aire y el fuego necesario
y te di cada luna para que las cosechas
del trigo y el maíz y las manzanas
te fueran dóciles, buenas como los niños,
buenas como los hijos de la tierra.
Habla por mi, te pido,
canta mis alabanzas,
abrázame, respírame, en cada árbol,
en cada mariposa, en cada célula....
Ve y dile a los hombres que restauren
la paz y el aire y el amor,
que restauren el beso, la caricia, la aurora,
antes de que yo muera
para todos.......
José Manuel Solá / 24 de octubre de 2014
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