Cuando
las manos entumecidas
y
reumáticas no puedan
acariciar
como antaño,
siendo
como eran paño de seda;
cuando
la epidermis áspera
lija
de erizos parezca;
cuando
los labios harto curtidos,
la
faz poblada de hondas arrugas
y
el pelo ausente de la cabeza,
sean
las señales del deterioro:
entonces
el afecto más puro
sabrá
superarlo todo.
Voces,
gestos y susurros
serán
süaves caricias.
Aníbal Colón De la Vega
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