Atardece.
Un vuelo huye,
se disuelve en el aroma gris de la ceniza.
Ahora es apenas
un parpadeo sobre el horizonte.
La orilla lo llama a compartir
las partículas amarillas de los huesos.
Atardece.
Un vuelo va encaneciendo el sol
en cada trino.
El eco suspende las preguntas
que no tienen respuesta.
Viene desde lo profundo
el vuelo del grito de la vida.
Se empaña de a poco
entre las grietas de las manos.
Vuelo con las alas robadas
dejando plumas
arrancadas de cuajo
por los oscuros dientes
del misterio.
Nedy Cristina Varela
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