Y
yo te busco, amor, por encima
de
los remolinos del tiempo.
Ven
acá, princesa esquiva:
la
niña de mis ojos,
los
ojos de mi niña.
Preso
estoy entre la nieve y el frío;
y
no puedo escapar
de
tus huellas ni de tu sombra.
Divago
en un morir sin morir,
para
acortar la distancia
entre
tu amor y mi amor.
En
lugar de escuchar tu nombre,
se
me llenan los oídos
de
extraños zumbidos.
Pregúntales
a los muros,
que
hablarán sin evasivas
sobre
las jornadas perdidas
en
el laberinto de tu ausencia.
Una
gota de silencio rebota
en
la bruma de los años
y
en las penumbras del espacio.
Aníbal Colón De la Vega
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