A Gabriel García Márquez
Las letras quedaron suspendidas,
olvidadas en un ángulo oscuro de la sala,
donde lloran al hacedor de historias,
que ya no podrá jugar con ellas,
tampoco pronunciarlas.
Vivió cien años de soledad entre fantasmas,
amó en los tiempos del cólera,
cuando los frutos del amor amargan.
Consideró que, si al morir te aman,
el morir poco importaba.
Te fuiste, Gabo, en abril
-en mi país, muy de mañana-,
con la luz primera de un viernes
que era santo por ser Pascua.
¡Nos quedamos huérfanos de ti,
mas no de tus palabras!
Juana Castillo Escobar
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