El cadencioso ir, chocar y volver
de las aguas lo sumía en un sopor al que estaba acostumbrado.
Hacía demasiado tiempo que
asistía al mismo, monótono vaivén de las aguas.
De vez en cuando lo distraía
alguna hoja de diferente tonalidad o algún papelito que se distinguía del resto
o un trozo de hojalata que brillaba con los incipientes rayos del Sol que
osaban filtrarse tras las sombras de los edificios altos.
Movía sus músculos ya entrenados
al compás del rítmico movimiento de las aguas que iban, chocaban contra las que
aún permanecían quietas y regresaban en busca de un golpe más firme que las
obligara a introducirse en la aparente transparencia del reposo.
Y así hora tras hora, día tras
día, transcurría su vida... De tanto en tanto, al levantar su vista, tomaba
conciencia de hallarse entre seres humanos que, como él y como las aguas, iban, chocaban, volvían
sumergidos en sus propios mundos próximos y alejados entre sí como los objetos
arrastrados por la corriente.
A veces, se sentía una basura más
que la humanidad arrojaba. Un desperdicio tal como los que estaba cansado de
observar, nadie se dignaba a levantar.
El, aunque más no fuera, se tomaba el trabajo de mirarlos esperando
quizá algún gesto solidario que lo ayudara a transformarse en alguno de aquellos
que escuchaba o veía pasar en veloces automóviles.
¿Cómo serían esos mundos a los
cuales nunca había tenido acceso? ¿En qué pensarían, con quienes soñarían, qué
sentirían al desplazarse a esas velocidades?
Había permanecido más de la mitad
de su vida viendo el fluir de las aguas turbias.
Quiso salirse por unos instantes
de su entorno e imaginar la casa, la ropa,
las oficinas, los paseos, las mujeres de cada uno de esos hombres.
Entrecerró sus ojos y sólo logró
ver un overol anaranjado demasiado grande para su talle, con una enorme
inscripción a su espalda: "Servicios de Limpieza Siglo XXI" encerrada
en un espeso círculo negro, unas incómodas botas de goma amarillas y azules que
le permitían desplazarse en las aguas turbias sin mojarse los pies y allá en la
villa miseria, un cuartucho de lata vieja y oxidada que había construido para
albergar a una mujer corpulenta, desaliñada, que siempre lo recibía de mal
humor y alcoholizada.
Juana C. Cascardo.-
Publicado en “Sueños con Sabor a Sal” -cuentos-
La autora está radicada en La Plata. Rca. Argentina. Títulos publicados: Voces de mi Silencio - Sonar de Lluvia,
Caminemos...Poemas para acompañarte, Tras los Opacos Cristales del Otoño, A
Flor de Piel ó eso que llamamos amor..., El Equilibrio Utópico: Ni más… Ni
menos y Siembra de Otoño- nouvelle-, Con los Ojos Poblados de Escarcha, poesía -
Cuentos para Recorrer la
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II, Divorcio y Otros Cuentos, Fantalucinantes poemas, Desde mi Origen - Poema- Una
Ciudad…Para el Recuerdo… I y II parte (Novela), Etc.
Publicó en más de treinta antologías por concurso, selección o bien
institucionales.
Figura en tres Diccionarios de Escritores y ha obtenido premios, distinciones
y reconocimientos de valor. Se desempeñó como Jurado en cuento y poesía en
diversos concursos literarios.
En compilación: Mis Obras Completas-
Agradezco que hayan incluído en el blog de ASOLAPO de España un cuento de mi autoría así como una fotografía (tomada por Jana Fanjul) al momento de la presentación de mi libro PEPITA Y SUS AMIGUITOS... cuentos infantiles, evento Feria del Libro Infantil de La Plata.
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